Barcelona estrena adoquín en pruebas en la superilla de Poblenou; la florecita reducirá el efecto isla de calor, que falta nos hace, además del ruido. Suena tan prometedora como la sonrisa de Collboni y Almeida en el nada propagandista Metrópoli Abierta celebrando la normalidad institucional como si alguien —siempre la mala malísima Colau— la hubiera roto. Hablando de cosas que parecían ocurrir por culpa de la ex alcaldesa y ¡oh, sorpresa!, siguen ocurriendo con el nuevo y Madrid-friendly regidor: apuñalamiento a un joven de 25 años a plena luz del día en el Raval, batalla campal en el Poble-sec en la puerta de una escuela a golpe limpio de palo de críquet y encuentro de un cuchillo de la pelea a la mañana siguiente next to that very school. Menos mal que los mossos han desarticulado la rama catalana de una banda terrorista neonazi que llama a atacar a inmigrantes y personas LGTBI. Para aligerar un poco: la nueva lonja de pescadores se inaugurará un año antes, en marzo, e incluirá una pasarela y paredes acristaladas para que los barcelonins podamos ver cómo se descarga y subasta el pescado. Espero que no se convierta en un nido de guiris y que su restaurante conserve el ambiente y precio del anterior. Pero la apuesta por lo local se ve hasta en los detalles: Collboni inaugurará las luces de Navidad en Passeig de Gràcia y no en un eje comercial de barrio, como hacía su antecesora.