Decía T.S. Eliot que abril es el mes más cruel, pero, aquí, es la temporada veraniega la que hace sangre de la paciencia de la gente. Con este calor, ni la chavalada ha podido terminar el curso tranquila, así que felicidades a Noèlia Blàzquez por su determinación. Y da igual lo que la gente proteste, porque los habitantes de Barcelona d’Or, ciudad de vacaciones, sufren diariamente las consecuencias del dichoso turismo de masas y de todo lo que esto acarrea. Incluso los árboles dicen basta. Argumenta Collboni que llamará al orden pronto; a ver cómo puede luchar contra una maquinaria que aprieta Barcelona como a una vaca famélica para que dé todo lo que tiene dentro. Seguro que hasta Ada Colau se ha quitado un peso de encima pensando que la frustración de la gente por las obras de la L4 y la T4 del metro y tranvía no caerá sobre ella. Las personas sacan lo peor de sí cuando el bochorno aprieta; por eso el infierno es un Port Aventura de lava. ¿O quizá son los discursos de odio los que nos vuelven seres despreciables? Por lo menos las piscinas pueden seguir siendo espacios seguros, y la ciudad podrá mantener algo de carácter único con la reapertura del Frankfurt Pedralbes (te puede gustar el formato o no, pero de histórico tiene un rato) y el forn La Llana. También con el cierre de algún supermercado fantasma que otro. El verano acaba de empezar y pinta calentito.