Las vecinas de Consell de Cent se han jartao de que los coches hagan lo que les dé la gana y han puesto ellas las señales de tráfico. La dejación de funciones institucional se ve aún mejor en la Casa Orsola, donde la presión vecinal frenó el desahucio de un vecino que, de momento, se ha reprogramado para el 18 de febrero; ahora el Ayuntamiento asegura que se ha iniciado una mediación, pero el Sindicat de Llogateres dice que nadie se ha puesto en contacto ni con ellas ni con las vecinas. Mientras tanto, el subalquiler de habitaciones, al que muchas familias recurrían como una solución temporal, se ha vuelto permanente: así lo ve un estudio de ESADE y Cáritas, que atiende a 726.000 personas con ese plan de vida que solo las encamina al hundimiento. Para evitar el suyo, el videoclub más antiguo de Barna (y del Estado) vuelve a poner a la venta 1.000 pelis de su archivo y abrirá las puertas de su tesoro con cita previa: tienen más de 15.000 joyas audiovisuales. No es la única actividad melancólica amenazada de la ciudad: con las obras de la Ronda Sant Antoni, el intercambio de cromos de los domingos se está arrinconando y no encuentra sitio. No sé cómo decirlo y en mi cabeza resuena Víctor Jara: queremos que respetéis nuestro derecho de vivir en paz (y en nuestra ciudad). Qué jartura.