La plantilla de El Punt Avui expresó el pasado 28 de noviembre su desacuerdo con que se mantuviera a Saül Gordillo, condenado por una agresión sexual, como colaborador del diario. Cómo de alejada de la realidad tiene que estar la dirección de un periódico para que no solo hayan mantenido al tipo y publicado el lunes un reportaje suyo, sino para que además su director haya defendido a cara descubierta darle una segunda oportunidad, lo que ha llevado a otra de las colaboradoras a pedirle al propio agresor que, simplemente, dimita. El tema me da tanto asco como rabia la cola de personas para intentar alquilar un piso en Gràcia por menos de 1.000 € al mes. No es raro cuando sabemos que un tercio de los barcelonins dedican más de la mitad de sus ingresos a pagar el alquiler. Ambos sentimientos nos provocará la huelga de limpieza programada para Navidad; después de que el ayuntamiento les diera a las empresas concesionarias 168 millones más en verano, éstas han ofrecido a los trabajadores una subida salarial del 0%, literalmente. Pero parece que no hace falta una huelga para que las calles se llenen de mierda: las vecinas del Raval ya denuncian que el famoso Pla Endreça no está funcionando. Eso sí, las pancartas las han quitado a la velocidad de la luz. Con todo lo que hay que limpiar, en el sentido más amplio, ¿había que empezar por ahí?